domingo, 26 de agosto de 2012


III
 Después de esa primera tarde y noche sentí eso que siempre dicen que sucede y que hasta el momento creía que era un mito. La felicidad gobernando mi cuerpo, flotaba dentro mío, emergía de mi, hasta la gente en el tren, creo yo, lo notó.
Me acosté con las imágenes correspondientes en mi mente, me importaba muy poco los sms que llegaban porque era mi cumpleaños, creí que por ahí estaba empezando un nuevo tiempo, distinto para mi.
 Llegó la mañana, había que salirse de ese estado de paz, para volver a los talonarios y al mal humor de Juan.
Pero no fue tan así….Me llego un mensaje tuyo, con el cual, me demostró, que no había retorno, y a cada palabra solo lograbas acomodarme perfectamente en tus manos.  Algo así como … ya siento la falta de tu cercanía…
Esos primeros meses fueron los más hermosos del mundo, había algo así como un contrato, sobre partes nuestras, como si nos perteneciéramos mutuamente. Y eso que fue un juego de tardes juntos, se tatuó imperceptiblemente en mi piel. Todos los recortes que hicieron tus ojos y tus manos sobre  mi cuerpo, quedaron allí.
Los perdí en el camino, solo los recuperaba al bajarme del micro y subir a tu auto. Mirarte, sonreírte y volver a encontrarme bajo el ambiente que producías.
Lo sé, lo hacías porque sos así, porque brota naturalmente de vos, te conectas por completo, te brindas, y generas un espacio para que el otro también lo logre. Esa magia, que supongo otras, también pudieron disfrutar, yo lo viví, y no es algo de lo que se pueda volver tan fácilmente.  
Ya no eras el mismo, que un día decidí llamar solo porque me parecía una buena persona. Ya no eras uno más, ya no eras alguien a quien simplemente era digno de admirar. Eras particular, sentía como si tu nombre solo existiera asignado a vos, era imposible que otros seres tan distintos fueran designados de la misma manera. Eras esa luna que el hombre de éxito podría mirar como nadie antes la había mirado.
Así como vos me fragmentaste entre toques, yo también lo hice, pero solo para abarcarte por completo en mi memoria. Con mis ojos, en mi piel.
Las siestas con vos, solo sobre mi pecho. Me quitaban la posibilidad de pensar, de creer que había mundo al atravesar la puerta. Las horas no duraban 60 min. Por momentos eran eternas, desde la perspectiva de que podíamos hacer mil cosas, y pasar por mil vaivenes. Y por otros solo eran segundos, nos pasaban 5, 6,7 horas como si nada.
    Algo de vos también se quería quedar conmigo. Me conformo con eso. Y yo, yo solo me negaba a bajarme del auto, me negaba a separar mis labios, a ser nadie al cerrar esa puerta.
Pero así era, todo aquello solo me era posible de manera limitada. Un martes y un jueves tal vez. Y eso seguía esperando.

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