No puedo mirar, la visión se me
nubla, me arden los ojos. El descontrol,
el reposo de tu mano fría la vibración
que produce, el puro dolor de la caricia, contrae mi musculatura.
Me fragmenta, me retuerce, temo y gusto.
Saboreo el dolor placentero de sentirme reducida a tu fuerza. No puedo mirarte.
Las intensidades atraviesan mi cuerpo, la
misma pulsión que te eyecta, te desea.
Evaluas todo. Estoy en un banquillo emitís un discurso. Pero no puedo escucharte. Mis oídos no pueden con la inminencia de la voz. Me evalúas, me medís, toda mi forma, la reducción de mi mente, retorces mi universo, caminas por mi cráneo. Escucho el paso firme, se desliza, Avanza. El acompañamiento de graves me ponen nerviosa.
Evaluas todo. Estoy en un banquillo emitís un discurso. Pero no puedo escucharte. Mis oídos no pueden con la inminencia de la voz. Me evalúas, me medís, toda mi forma, la reducción de mi mente, retorces mi universo, caminas por mi cráneo. Escucho el paso firme, se desliza, Avanza. El acompañamiento de graves me ponen nerviosa.
Balbuceando, presionano mis
pensamiento, me deslizo por las palabras con dificultad. Te digo: NO avances ……….
Y al hacerlo no sale el sonido.
Y al hacerlo no sale el sonido.
Perdí mi voz . Pero se puede?
Lo pienso nuevamente, lo armo,
construyo la forma recuerdo las grafías,
pero no como suenan. Vuelvo atrás. A
pensar que intentaba decir. Contraigo el abdomen, me impulsa mis brazos, lo
saco de mi. Me ahogo, algo me punza la garganta. QUIERO QUEJARME, QUIERO PU-TE-AR-TE ….
Pero tan sólo un ahogo imperceptible, se desvanece.
Pero tan sólo un ahogo imperceptible, se desvanece.
Pienso que la repulsión debe
notarse en mi rostro. Vuelvo a intentarlo mis parpados se unen con fuerza, al
mismo tiempo que se afirman mis piernas, me abalanzo sobre mi pecho. El peso de
mi existencia, cae sobre mí.
No llegues, no alcances. No
sigas. No digas. No lo hagas. No beses, no roses, no poses, no pases. No alcances. No entres, no salgas. Pero sobre todo NO MIRES.
Mi piel se abre, mis dedos se tuercen, se evaporan los poros, se cristalizan.
Lo fragmentan.
Separan el vacío de mi.
Su mano me atraviesa la espalda, me entumezco. Quiero que te vayas!
Separan el vacío de mi.
Su mano me atraviesa la espalda, me entumezco. Quiero que te vayas!
Pero no lo digo. No puedo y lo
sabes. La piel se lastima, supura de mi
la herida. Y vos, con una suave violencia introducís tu dedo y en él: El Aleph
El
diámetro sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico
estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos)
era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del
universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de
América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un
laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos incrustándose en
mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi
en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi
en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de
metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus
granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta
cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra
seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un
ejemplar de la primera versión de un
texto ingles, vi a un tiempo cada letra de cada página . Vi la noche y el día contemporáneo, vi un
poniente que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio
sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos
que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa
del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los
sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate
de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el
suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos,
vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un persa, vi en un cajón del
escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, vi
la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación
de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi
mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos
habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres,
pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo. Sentí infinita
veneración, infinita lástima.
Y con él. El éxtasis.