miércoles, 30 de mayo de 2018

Creo mi femineidad. A cada salida y cada ocasión. No me gusta ser siempre la misma y no tengo ánimos para aquello tampoco. A veces desaliñada, me incomoda y me gusta incomodar. Otras simplemente juego con la estética. Me transfiero a otro estado. Soy ella y soy otra. Cada uno de nuestros cuerpos encierra infinitas personalidades. Por eso construyó distintos mundos, historias que se narran se cruzan. Imaginación y distancia. Lo concreto lo rutinario olvida, oculta la imaginación con la concreción de estar día a día. Nos obliga a la dependencia. Me incomoda, incomodo. Quien no pudiera contenerse en su individualidad no debería querer estar con un otro. Algo de lo relacionado y construido para las relaciones atañe a la necesidad de autoconstruirnos La falta. Y crearnos el momento, el disfrute. La posibilidad. Jugar con esos fantasmas en tracción. Hay una cueva que imagino. Tenue. Suena un piano se escucha a lo lejos a pesar de la cordillera en medio. Hay algo del orden de lo simbólico, la forma poética de la ausencia. Tan fuertemente hemos construido los lazos de poder en la sociedad que nos condicionamos todo el tiempo para sostener nuestra ciudadanía en ella. Hay una forma de la estetizacion de embellecer lo que no veo. La defino como quiero. Suena un canto balbuceante camina por las notas, y transforma en sonido el silencio. Lo tétrico de los graves disonantes se interrumpe por la primavera del juego animoso digital. Esa madera se reviste en carne. Yo me tapó porque llego el frío, y la temperatura de mi cuerpo desciende con furia. Leo sobre un indio brasileño, un indio negro. Un negro indio. Una blanca brasileña. Una voz grave y pausada. Metida para adentro. Resuena. Me quedo pensando en ello. Y en modificar la norma. Como sacar del corset aquello que hemos puesto. La pulsion, el deseo. Nuestras pequeñas luchas, revoluciones y revueltas. Nosotras las que habitamos aquí, salimos de vez en vez. De una forma menor, jugamos con nuestro anonimato. Con lo invisible a lo que nos hemos resumido. Romántizo el momento, juego y escribo. Me escapo del domingo. Me reencuentro un martes. Me desmayo el viernes. Sigue haciendo frío, buscó la campera y la bufanda. Tomo un vino. Le pongo repetir. Se acercan esos pasajes, miro por la ventanilla por si cambio el paisaje. Ella dice que nieva en santiago, será que la fuerza de las manos nos alcanza un fragmento de su frío. Nieva y se escucha el piano. No importa cuando eso este sucediendo facticamente. La potencia imaginaria lo hace posible. Hoy Nieva en santiago. Se escucha el piano y yo en buenos aires tomo un colectivo que espero me lleve lejos. Aunque sólo llega a moron.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Desbordamos


La violencia impartida en los cuerpos, el desprecio al que fueron condenados. 
El silencio con el que los hemos castigados. El dolor, impotencia y bronca,  marcan las pieles. Allí, la grieta. La verdadera. 
La buscaron, la nombraron, la dibujaron, la pintaron.  La alumbraron para describirla. Para estigmatizarla y vómitarle su desprecio. Pero jamás la encontraron ajena,  nunca le encontraron extraña.

Un germen descompuesto, sedimentado de dolor y  oscuridad nos corroe por dentro.  Y nos infecta, nos enferma. 
Las marcas son parte, nos componen. Nos definen, nos miran, nos hablan.

 Subvertimos su orden, nos apropiamos, nos recubrimos,  atravesamos sus contradicciones,  construimos con ellas las paredes del útero que nos gesta.

Nos inyectamos fluidos. Los propios.
 Nos germinamos en silencio,  navegándonos, tocándonos, sintiéndonos, rozándonos. Apropiándonos de cada carne que sale, que sobra. Pero que habla.
Somos nuestra propia cicatriz, mirándola, reclamándola, odiándola, reconociéndola, gustándola.

 Somos la marca de la tierra que reaparece en el polvo.  Lo impuro, lo contaminado, lo que falta y lo que sobra. Nos desborda.
Desbordamos.