miércoles, 15 de enero de 2020

El dolor une
los tullidos del mundo
se encuentran para sanar
construyen un leprosario
una fauna hermosa, de habitar.
Yo prefiero que todo me atraviese
me carcoma la piel.
Lucho cada día para que no se entumezcan mis partes
para que sigan sangrando, caminando y latiendo.

Lucho por estar despierta
entre tanto sueño construido
lucho por mirar sensiblemente a cada uno.

Mi nueva militancia, la sensibilidad.


El cuerpo y su propio lenguaje.
Se mueven torpemente nuestras manos
en consonancia con nuestras palabras.
Creamos una máscara para que nos gobierne.

Estoy en carne viva, juego con eso
la uso como disfraz.

Nuevamente el error.
Desgranamos nuestra piel por partes
reservamos tajos para el futuro.
La hacemos sangrar,  para mostrar su vigencia.

Nos arrojamos al vacío
por un segundo de suavidad.

Eso  es lo que obtuve con el tiempo
segundos de suavidad.
Busco pensar que en algún momento van a comprender.
Nadie comprende lo que no le pasa por el cuerpo.
Lo que no está en el campo de su propiedad.


domingo, 5 de enero de 2020

Ahora le toca a él.

Lo que no entendía él, era que el proceso literario en mi, es inverso.  En el momento lo vivo, lo intensifico, le subo los  niveles lo más que puedo. Luego bajo, y escribo.
Escribo lo que pienso, lo que imagino pero también  la impresión de eso que miro.

Necesito quitar el cuerpo de aquel momento, para procesarlo de manera tal que pueda con eso hacer algo.

El universo de la intensidad fue un poco nuestra historia. Escribo para no olvidar, o para al menos registrar, o narrarme mi propio cuento, que no siempre es tal fiel, pero  sirve a mi propósito.
Cuando estoy triste y sola, soy mucho más productiva.La escritura es el momento de intimidad.
Aunque como otros, a veces lo olvide. A veces olvide el poder que tiene sobre mi. Generalmente cuando  leo luego... me sorprendo de esa que soy.  Todo el tiempo estamos cambiando.
O al menos yo decidí vivir así.  O así me tocó. Vivimos un mundo convulsionado, cómo no estarlo también nosotros?
El amor, supongo es uno de esos grandes enigmas de la vida. Lejos de volverse más sencillo, siempre se vuelve más difícil. Quizá de ahí su atractivo.


 Todo es posible de ser un residuo literario.

Hemos leído hasta el cansancio las versiones masculinas de las versiones de las cosas. Hace poco lloré y me conmoví, sentí el dolor de un tipo que la novia lo dejó. Pero no me ví ahí. Empaticé pero yo no estaba.



En un mundo preparado para el individualismo
un acercamiento, es revolución.
En el lugar de puro grito, preparado para no pensar.
Una anda buscando el profundo silencio.
Estar rodeada de gente. Mucha.
Y estar profundamente sola.
Buscamos en la ciudad, la libertad del anonimato.
Hay días que la ciudad sofoca. 

¿En qué momento encontramos placer en llenarnos de brebajes?
Lo pienso mientras me unto uno de miel y almendras.
Aquello que usamos para mitigar la sombra de la muerte inminente.
Que no es más que el olvido.


Escribir es  para mi hacer de la vida un hogar.

Ahí construyo los personajes que quiero.
Hablo todo lo que no se puede decir.
Nadie quiere desnudar su cabeza,
evitamos las conversaciones desnudas.
En la medida que las llenamos de todo, se vacían.


A veces me miro con amor.
Otras con desprecio, la mayoría de las veces me ignoro.
Y sólo algunas me festejo.

jueves, 2 de enero de 2020

Han colonizado nuestros átomos.

No reconocemos nuestros rostros.
Los habitamos con perpetúa extranjería.
Nos borramos la historia, tampoco la escribimos.
Somos nuestros propios saqueadores.
Nos invaden nuestras sangres, las contaminadas en la mezcla.
Nos levantamos contra nuestro hermano.

Una sola mutación genética.
Una sola diferencia.
Somos nuestro propio verdugo.
Nos acosan nuestras contradicciones.
Borramos nuestras marcas, nos secuenciamos, nos duplicamos al infinito.

Y aún así no nos reconocemos,

Nuestras venas siguen abiertas. Y aún sangran.
De repente me convertí en ella.
Levantándome para lavar platos.
La esclavitud silenciosa. Culposa. Amorosa.
Pero esclavitud al fin.

Vuelvo con mis tópicos. Escribo para no olvidar.
Para encapsular si es posible por medio del lenguaje el sentimiento.

Este año se deshizo mi voz. No es la misma. No la reconozco,
Asumo que esta llena de batallas, de charlas, de humos, de calles, de nervios, de alegría. Y de profundo dolor.
Hacer un  pequeño acto amoroso
en un mundo preparado para la guerra.
Es un acto revolucionario 

miércoles, 1 de enero de 2020

Que triste es que llueva.
Y él en el mismo espacio. Pero ausente.
Se sienta, se relaja se duerme, mi casa tiene un somnífero.
Siempre duerme cuando viene.  Quizá porque siempre su sueño es un campo de batalla.
Yo solía custodiarlo, cuando se movía como un chico, cuando algo lo perturbaba, yo que al mínimo contacto reacciono, me acomodaba, lo arropaba y lo calmaba, aunque el no lo notara.
A veces tenía que guiarlo a la cama. Se resistía, pero cuando caía en sus redes, difícil salir.
Que triste es verlo dormir a dos pasos, y no poder abrazarlo, besarlo, acariciarlo. Y que de repente el tiempo se borre de un tirón. Pero no. sigue durmiendo y yo sólo lo miro. Intento guardarlo en la mente, para no perderlo. Me obsesiona el recuerdo.
Cree que todo se termina si le dejara de hablar.
Lo que no sabe es que recién comienza. Empieza el lenguaje, el universo que mejor habito en soledad. La construcción que mejor se hacer. Pero que más duele: la ausencia.
No para de llover y estamos solos. Como en las películas. Pero no es como en las películas. Yo lloro en el cuarto y vos dormís entre almohadones.