miércoles, 1 de enero de 2020

Que triste es que llueva.
Y él en el mismo espacio. Pero ausente.
Se sienta, se relaja se duerme, mi casa tiene un somnífero.
Siempre duerme cuando viene.  Quizá porque siempre su sueño es un campo de batalla.
Yo solía custodiarlo, cuando se movía como un chico, cuando algo lo perturbaba, yo que al mínimo contacto reacciono, me acomodaba, lo arropaba y lo calmaba, aunque el no lo notara.
A veces tenía que guiarlo a la cama. Se resistía, pero cuando caía en sus redes, difícil salir.
Que triste es verlo dormir a dos pasos, y no poder abrazarlo, besarlo, acariciarlo. Y que de repente el tiempo se borre de un tirón. Pero no. sigue durmiendo y yo sólo lo miro. Intento guardarlo en la mente, para no perderlo. Me obsesiona el recuerdo.
Cree que todo se termina si le dejara de hablar.
Lo que no sabe es que recién comienza. Empieza el lenguaje, el universo que mejor habito en soledad. La construcción que mejor se hacer. Pero que más duele: la ausencia.
No para de llover y estamos solos. Como en las películas. Pero no es como en las películas. Yo lloro en el cuarto y vos dormís entre almohadones.

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