martes, 23 de octubre de 2018

Para nosotras el mundo

¿Quien es? ¿Cómo es?
 Es linda, delicada, sumisa.

Resonó, como una canción repetida,
sedimentada en el recuerdo
que se retoma en nuestro presente intacto.

A él lo conozco, se quien y cómo es.
 Su novia  desconocida es sencilla,
es fácil de aceptar no genera contradicciones,
no levanta la voz, no se ríe ruidosa, nada parece inmutarla.

¿Cómo somos?
Me pregunté y me cuestioné.
Somos constructo cultural.
 Desde el momento cero,
nos formaron para no aturdir con nuestra voz,
 ni que nuestra risa irrumpiera un silencio,
 para que nuestros modales fueran  contabilizadamente recubiertos
por una artificialidad que no teníamos, no era genuina
pero debíamos aparentarla.

A mí, también me dijeron como vestir.
Que decir, y cómo.  Con quien hablar y con quien callar.
El patriarcado hablando en cada cena familiar.
Se nos repitió hasta el cansancio, como película en loop.

El pasado continuo aturdiendo nuestras vidas.

Se nos pensó para maternar, para llenar los espacios vacíos con una dulzura
fingida aprendida por el sin fin de novelas que deglutimos en el silencio
de una siesta olvidada.

Esa voz que suena es tan dulce, tan enternecedora.
La voz que esta bien es la que convence pero en pausa.
 La que reta casi sin notarlo.
La que ama incondicionalmente.
La obra de arte que embellece todo, y  mitiga la brutalidad.

Nacimos para enseñar,
para ser la fábrica de reproducción.
Un libro, un manual que pasa de mano de mano.
De madre en madre, de abuela en abuela.
De maestra en maestra.
Hemos sido normadas.
¿Quien escribió ese libro?
En el origen sólo había masculinidades rodeando el paraíso.

El, no busca un par.
ni una construcción igualitaria.
Solo es melodía que rellena el contenido,
lo que hay que decir lo dice él.
Y con eso es suficiente.

No busca un igual, no quiere que nadie los confronte ni opaque su atención.
No desea desafíos, ni que la construcción de sus palabras sea escuchadas entre sus amigos.
La palabra, lo dicho, aquello cantado queda enquistado entre testosterona rancia.
 Estancada
que no fluye.
Repiten hasta el cansancio una imagen que les es cómoda.

No están acostumbrados a que sepamos que decir.
 Cómo decirlo, cómo pedirlo y como conseguirlo.
La espera ha llegado a su fin.
 Los siglos han pasado, tuvieron tiempo para reflexionar.
Ahora sólo queda tiempo para cambiar.

A nosotras la inercia del movimientos nos lleva.
Nos cansamos de ser el decorado el soporte que le otorga estética a lo rustico.

Nos cansamos de ser habladas,
 registradas,
miradas,
pensadas
y diseñadas por otros.

Ya no esperamos que una mirada observadora nos de una visión
que coincida con nuestras pretensiones.
 Venimos a tomar la voz, a invadir los espacios.

Se han abierto las puertas del hogar.
La hora de la reflexión ha terminado para nosotras,
hemos mirado ese lintel sin parar imaginando el día de cruzarlo.

Para nosotras el mundo.


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