jueves, 3 de enero de 2019

Esta harina es más fina. Tiene otra contextura, hace seis meses nos conocimos, es distinta.
No es como la industrializada que viene amansada, a ella es necesario conocerla. Se rebela de a poco. Puede reaccionar distinto cada vez, debo conocerla, examinarla con mis manos.
Esas que nunca usé más que para escribir, y quizá a veces torpemente acariciar.

Debo sentirla, y al sentirla, sentirme.
 Sentir estas manos, esas que tanto miré y poco sentí.
Las manos con las que trabajamos, abrazamos y tocamos.
Que difícil se me hace quedarme en el instante que me abrazan y abrazo.Lo busco, lo deseo, lo digo, lo pido. Sin embargo cuando estoy ahí solo quiero irme.
Me duele que alguien me capture, me rodee, me posea, o simplemente me toque. Que es lo mismo.

Este cuerpo no sabe si escribir con manos temblorosas hasta el hartazgo o cantar hasta que se vaya la voz, para exorcizar el mundo que vive dentro lleno de personajes siniestros y lagunas mentales.

Que poco puedo recordarme. Es el mismo efecto que los abrazos. Busco recordar y cuando estoy llegando inmediatamente mi mente se apura para irse.
Puedo llorar por todo, menos por eso. Es rechazo, es asco, es lo que ignoro, lo que olvido y lo que oculta este cuerpo enojado. Que no deja de hablar con su propia lengua.

He construido atajos para irme, y ahora ya no puedo volver.
Mi cuerpo en un lugar, mi cabeza en otro, el deseo disperso y difuso. Ni yo puedo agarrarlo, ni yo puedo apropiarme.¿Cómo dejar que captures un momento si al segundo que pase habré cambiado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario