miércoles, 16 de mayo de 2018

Desbordamos


La violencia impartida en los cuerpos, el desprecio al que fueron condenados. 
El silencio con el que los hemos castigados. El dolor, impotencia y bronca,  marcan las pieles. Allí, la grieta. La verdadera. 
La buscaron, la nombraron, la dibujaron, la pintaron.  La alumbraron para describirla. Para estigmatizarla y vómitarle su desprecio. Pero jamás la encontraron ajena,  nunca le encontraron extraña.

Un germen descompuesto, sedimentado de dolor y  oscuridad nos corroe por dentro.  Y nos infecta, nos enferma. 
Las marcas son parte, nos componen. Nos definen, nos miran, nos hablan.

 Subvertimos su orden, nos apropiamos, nos recubrimos,  atravesamos sus contradicciones,  construimos con ellas las paredes del útero que nos gesta.

Nos inyectamos fluidos. Los propios.
 Nos germinamos en silencio,  navegándonos, tocándonos, sintiéndonos, rozándonos. Apropiándonos de cada carne que sale, que sobra. Pero que habla.
Somos nuestra propia cicatriz, mirándola, reclamándola, odiándola, reconociéndola, gustándola.

 Somos la marca de la tierra que reaparece en el polvo.  Lo impuro, lo contaminado, lo que falta y lo que sobra. Nos desborda.
Desbordamos.


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