jueves, 1 de mayo de 2014

No puedo tener las manos secas. Necesito humedecerlas, la grietas me ponen nerviosa, la erosión del aire me incomoda y no puedo pensar. No me gustan los surcos que se hacen. Siento que al llenarlas de algo, se borran, si no las miro se van.
Como todo aquello que al no sentirlo, imaginamos que se fue. Pero no, solo lo cubrimos, lo humedecimos un poco, mitigamos su existencia. 
Las manos se crearon para estar llenas. No es una locura mía. Bueno quizá un poco.

No olvida. Mi cabeza le repite "no sostengas lo que se quiere caer" y ella ignora. Olvida la sequedad, la distancia, la frialdad, el rechazo, los golpes, los cortes. Lo olvida y prefiere recordar la humedad de sentirse contenida, sujeta.
Sabe que ya no tiene fuerzas, que la gravedad puede más. Prefiere inclinarse sobre la tierra y tomarlo mas fuerte. Siente el frio, el viento, pero solo se concentra en una cosa...olvidar los surcos. Que ya no son surcos, son rios que buscan su mar.

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