Se ampolla mi garganta, se llena de grietas, se
pudre, parece morirse y revive. El nombre te ridiculiza emula sostenerte aunque
solo logra perderte. Te posee, o lo posees  te lo imponen y te negas, no puedo decirte.
Voy a nombrarlo, voy a nombrarte...
    Lo
intento, voy a decirlo, aunque no se cómo. No sale, hace fuerza, ni inhalo, ni
exhalo, te perdes en la inconsistencia 
de crearte en mi mente. Los movimientos envolventes ya no pueden
tocarte. Nacía, no lo nombré... Prometí no hacerlo.
  No
quise, no pude, no quiero, ¿O  sí?
   Crecía lentamente imperceptible, pudiste
leerlo. Pero no lo dije! No lo dije! 
Emergía por el hueco de mis poros. Lo viste, lo leíste? 
  Solo las
caligrafías respiran, mi boca se ahoga, agoniza, lo dice pero  no puede generar sonido. ¿El silencio cuenta
como dicho? 
    Espero
que no, no voy a escribirlo, eres  flujo,
una densidad viscosa que se cuela en mis 
cartílagos, moviliza mis adentros, y promete salir pero no lo hace. No
lo hace, y convivo con él... 
No voy a decirte, porque se sabe que cuando se
nombra existe, se sujeta.  Te prefiero
viscoso, te prefiero alienable, te prefiero inseparable, volátil sin nada y con
todo.
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